jueves, 27 de febrero de 2014

ENTREVISTA LITERARIA A LA ACTRIZ ESPAÑOLA MADAY MÉNDEZ


Foto: Manolo Pavón
LLTV: Los tres libros mas importantes que hayas leído o que mayormente te constituyeron como persona

 MM: Ay… pero esa pregunta es tremenda!!! Es muy difícil de responder. Yo que sé, hay muchos libros que llegaron a mis manos en momentos claves… Así, el primero que se me ocurre es La Metamorfosis de Kafka. Fue el primer libro que leí de una sola sentada. Me voló la cabeza. Tuve la suerte de tener una profesora de filosofía a los 14 años de esas que te descubren mundos, más allá de dictarte el temario. En aquel momento era sorprendente para mí que una asignatura no tuviera una evaluación formal. Ella nos enseñaba sobre Kant, pero nos examinaba haciéndonos pruebas acerca de lecturas.  Nos hacía leer y en el examen nos invitaba a explayarnos sobre impresiones y enseñanzas que nos habían dejado esos libros. Y Metamorfosis fue un viaje de ida. Quedé atrapada en esa angustia e impotencia de una manera feroz. Desde entonces Kafka fue un autor que busqué siempre en las librerías.

Otro libro que me viene a la cabeza de manera inevitable, claro, es El diario de Ana Frank. Era una niña cuando lo leí, tenía casi la misma edad que Ana por lo que entendía muy bien algunas cosas que le pasaban y que eran propias de su edad. Los chicos… La familia… Y a la vez había un abismo inmenso entre esa chica y yo. Esa injusticia me oprimía el pecho. Es brutal ese libro, tan lleno de ternura y desolación que te deja totalmente noqueado. Es una buena manera de acercarte a las consecuencias de una persecución tan incomprensible. A lo humano que va más allá de las estadísticas y los dimes y diretes de los libros de historia.

Y un tercero… A ver… En esta línea de agarrar un libro devorármelo sin contemplaciones me viene a la cabeza Ensayo sobre la Ceguera de Saramago. Es muy loco porque leí este libro un verano maravilloso en el que me pasé unos días tirada al sol, ¡cosa que estaba necesitando con urgencia! Yo soy Canaria, isleña, pero por esas cosas de la vida estoy la mayor parte del tiempo muy lejos del mar y lo padezco mucho. Entonces ese verano pasé unos días de paz y tranquilidad maravillosos. En mucha soledad el mar, Saramago y yo. El contraste entre esa ligereza del verano Canario, la brisa de los vientos alisios que refrescan las islas, el sonido de las olas y la sordidez de Ensayo sobre la ceguera fueron una droga. ¿Viste que la puntuación, o más bien la falta de ella, que emplea Saramago es rarísima?. Es como una metáfora de la crudeza o del peligro de una sociedad enferma, está despojado de cualquier adorno o ayuda. Solo las palabras una detrás de la otra. Toda esa caída en picado de las esperanzas y los valores, o su replanteo… No sé, es una lectura que está llena de sombras y que te hace pensar irreversiblemente que no vamos bien. El individualismo en el que estamos inmersos porque nos sentimos tan fuertes y capaces es una ilusión. Ese libro me hacía pensar que está bueno encontrar lugares de soledad, de recogimiento, de fuerza única y personal, porque sí, vinimos solos y estamos solos y todo lo que quieras, pero sin el concepto de grupo, de entidad colectiva, nos convertimos en salvajes. Saramago despoja a los personajes del sentido de la vista, solo eso, y el desastre es insalvable. Tomé esa lectura como una lección y la verdad es que siento que me hizo menos huraña. Yo soy actriz y ¿viste que en el teatro se trabaja mucho en grupo? Pues esa convivencia… ¡marca la diferencia! Te juro, tanto respecto al resultado como al proceso  de creación. Gracias a Saramago soy más cuidadosa, o trato, ¡al menos por puro terror! (Risas). 

LLTV: ¿En qué circunstancia tuviste la primera sensación de que tu destino era la actuación? 

MM: ¡Yo es que actúo desde que tengo uso de razón! Así es que no puedo hablarte de ese momento revelador que muchos compañeros vivieron. Para mí no podía ser de otro modo, era más fuerte que yo. El mundo de fantasía que te regala la actuación es como el mejor de los bombones suizos: ¡muy difícil de rechazar! Lo que sí hubo fueron momentos determinantes en cuanto a las decisiones que te obliga a tomar la profesión. Por ejemplo y para empezar elegirla profundamente con todas sus consecuencias, para seguir ¡pelearte con la familia por ello! (Risas) Y es que la incertidumbre, que elegimos por defecto, pone los pelos de punta a los que nos quieren, no es para menos. Por suerte hoy día mis padres comprenden y apoyan este camino y eso es un fuerte impulso para mí. ¡Ha sido una gran conquista! 

LLTV: ¿Último libro que leíste? 

MM: Terminé hace poco un libro que había comenzado y abandonado hace un tiempo. Eso es algo que me ocurre a menudo… Comienzo uno, otro… y la elección se va decantando por sí sola. Al cabo del tiempo los rescato y fue el caso de Conversaciones Conmigo Mismo de Nelson Mandela. Es apasionante leer esas cartas, diarios y todo tipo de pensamientos de un hombre tan inmenso. Ahora estoy con La Historia de las Panteras y de algunos de los Animales Conversos de Osvaldo Sabino y con un libro de cuentos de Carver. 

LLTV: ¿Qué libro te marcó algo para siempre y por qué? 

MM: Mmm... voy a pecar, te diré que El Principito. (Risas). 

LLTV: Tranquila, no sos la primera que responde El Principito… 

MM: Será infantil, predecible o tonto pero es un librito que adoro y que siempre me acompaña. Tengo una edición regalada y dedicada por un amigo de hace muchos años, en ella Eusebio me pide que no olvide el secreto del zorro. El libro y esa dedicatoria me recuerdan quién soy y quién puedo ser. Una cada vez distinta consecuencia de mis elecciones y de cómo decido mirar el mundo. 

LLTV:¿ En qué circunstancias escribís? 

MM: ¿Sabes que hace años que escribo muy poco? Es una pena… Antes lo hacía muchísimo. Ahora lo que más puedo llegar a escribir son diarios de personajes. Palabras, pensamientos, imágenes de los personajes que interpreto como un intento de acercarme a sus mundos. Hace poco estuve en la habitación de mi infancia y me reencontré con un diario que escribí a los doce años. Me sorprendió encontrar que en ese entonces tratara de escribir diálogos de teatro. Te imaginarás, apenas aparecía un conflicto entre fuerzas pero eso ya me pareció un montón. Me hizo dar cuenta que extraño la escritura y que quizás el siguiente puerto sea acercarme al estudio para la dramaturgia de obras teatrales.  

LLTV: ¿Tenés manías en el ejercicio de la lectura? 

MM: La verdad que no. Puedo leer en cualquier parte. Obviamente escogiendo lo mas adecuado a cada circunstancia. Por ejemplo para el transporte público relatos cortos, sin duda. Los trayectos y la furia caótica de ésta ciudad no dan para más. ¡Eso si llegas a tener oportunidad de sacar el librito del bolso!

LLTV: ¿A qué personaje de qué libro invitarías a tomar un café con el objeto de conocerlo más profundamente? 

MM: A ver… ¡Uy no, pensé en Dorian Gray! ¿Qué soy, masoquista? (Risas) Supongo que  me vino a la cabeza porque su nombre está en el título de la novela, pero vamos a algo menos inquietante… ¡Ya sé! Dirás que soy una cursi y que no está bueno que te responda con un personaje extraído de un bestseller. ¡Por dios, desperdiciar una oportunidad así para dármelas de intelectual! (Risas). Pues si algo no soy es una intelectual, para ser honesta, así que ¿sabes con quién me juntaría una tarde cerca de una buena cocina? Con la protagonista de Cómo Agua para Chocolate de Laura Esquivel. No me considero una romántica pero esa historia de amor imposible que perdura y perdura y perdura en el tiempo a pesar de todos los obstáculos y prohibiciones puede conmigo. ¿Cómo se puede amar así? Bueno, quisiera saberlo, así que la haría hablar sobre ello mientras me enseña a preparar algunos platos mexicanos. Cada vez que tengo que picar cebolla en cantidades industriales, para no llorar corto una al medio y me la pongo en la cabeza encima de un paño de cocina, y le doy las gracias a esa mujer por el truco. ¡Con suerte podría aprender otros! 
Foto de Fernando Giani

LLTV: ¿Recordás qué libro te generó muchísima expectativa y te defraudó en la misma o mayor proporción? 

MM: Mira, más bien he podido defraudarme a mi misma como lectora. Me pasa a menudo, con esto de leer en simultáneo, que voy dejando algunos libros por los rincones. ¡Les cubre el polvo hasta que los rescato del olvido! Pero es siempre una cuestión mía, de mi estar en mil cosas a la vez. No de las lecturas. Si algo tiene cualquier libro es cosas para dejarte.  

LLTV: ¿Tiene escritores que puedan llamarse referentes? 

MM: Pues eso va variando. Depende mucho del momento. A ver… autores con los que me la haya agarrado mal… En la preadolescencia, ponle, me devoraba todo lo que encontraba de Alberto Vázquez Figueroa. Durante el secundario fueron Kafka o George Orwell. En la época universitaria no paraba de leer a Cortázar, mucho también a García Cabrera. ¡Ah! ¡Y me obsesioné con Conan Doyle! (Risas) ¡Se me había olvidado eso! También descubrí tardíamente a Tolkien, que ahora está todo el business de las películas de Peter Jackson pero te digo, El Señor de los Anillos, El Hobbit, el Silmarillión son para mí una clase magistral de fantasía y buen gusto. Más tarde fueron Murakami, Maupassant… y siempre, absolutamente siempre, Chéjov. Sus cuentos son pequeñas joyitas. Ni qué decir Shakespeare. ¿Y Lorca? ¡Romancero gitano en la mesita de luz por siempre jamás! 

LLTV: ¿Qué cosa es lo que más te sorprende de la humanidad? 

MM: Es muy abierta esa pregunta ¿no? Como que me puedo ir hacia cualquier lado. Mira, están pasando unas cosas a nuestro alrededor… que son escalofriantes. La persecución y agresión a la comunidad gay, por ejemplo, es algo que no pensaba encontrar así de rabioso en estos tiempos y en cambio ocurre con una constancia y salvajismo de auténtico terror. Lo que ocurrió hace poco en España con las autoridades disparando balas de goma, cartuchos de fogueo y botes de humo a inmigrantes que nadaban tratando de alcanzar una playa de Ceuta y que terminó con quince muertos me da pánico y muchísima vergüenza. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué lo sorpresivo es que los límites de la falta de humanidad cada vez se corren más? ¡En lugar de que la sorpresa sea por descubrirnos desafiándonos personal y colectivamente cada día! La obra que estamos haciendo los domingos en Timbre 4 “Perro (un cuento rural)” intenta retratar la brutalidad humana en unos personajes chiquitos y dentro de un cuento más chiquito aún. En él queremos hablar de que ésta pérdida de sensibilidad por el otro, en pos del propio bienestar o en defensa de principios sacados de no se qué lugar, está en todas partes. Y el mensaje esperanzador sería que desde los lugares menos pensados, por parecer pequeños o poco importantes, podemos ir dando pasos hacia un mundo menos hostil y con suerte empezaremos a creer de corazón que la felicidad del otro es el combustible necesario para alcanzar la propia. 

LLTV: ¿Qué nos podés contar sobre la obra “Perro, Un Cuento Rural” (*) obra que se presenta todos los Domingos, 18.30, en Timbre 4, Boedo 640, CABA Y cuáles son las expectativas en cuanto a la recepción del público en una segunda temporada como la que están presentando?

MM: Pues te digo que todos y cada uno de los que hacemos Perro, desde el director, el equipo artístico, el técnico, el de producción hasta el colega que graba los videos, estamos viviendo un idilio amoroso con la obra y con todos los otros compañeros que es una cosa que no se puede aguantar!! (Risas) Me río, pero te digo que es uno de los secretos, a mi entender, que hace que el público que se acerca al teatro salga tocado de la función. Todos defendemos la obra con el cuchillo entre los dientes y con un cariño… ¡que quita el sentido! Hay mucho corazón ahí, amamos contar ese cuento de manera que la historia está por encima de todo y de todos. Me siento tremendamente afortunada por formar parte de este grupo, y lo digo en cuanto a lo humano y a lo creativo, y por tener la suerte de encarnar a Leyla, que es un bombón de personaje. La obra que escribió Hernán Grinstein ¡no tiene desperdicio! -como diríamos en España-. Es una piedra preciosa hecha cuento... hecha teatro y juego. Es muy bonita, está llena de humor, de amor, de poesía, de patetismo, de ternura y de carne… de tantas cosas… Queremos que durante esta temporada en Timbre 4 vengan muchos a verla para que después nos cuenten qué les pasó, que el Domingo da mucho para tomarse un vino después de la función y compartir, ¿o no?. 

LLTV: ¿Estás trabajando en algún proyecto para este año aparte de la obra Perro, Un Cuento Rural? 

MM: Ahora mismo estamos haciendo la cuarta temporada de “Granos de Uva en el Paladar”, de Susana Hornos y Zaida Rico. La obra reivindica con mucha poesía las vidas, esfuerzos y luchas de quienes padecieron la dictadura franquista en España. Es un lindo homenaje y nuestra forma de estar también en la lucha. Vamos los jueves a las 21 horas en el Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3378) tan solo durante los meses de Febrero y Marzo. Es muy probable que la última oportunidad de ver la obra en Buenos Aires sea el 27 de Marzo, aviso. Y es que ya se representó mucho en esta ciudad, muchas personas se acercaron a diferentes teatros y se quedaron a charlarnos después sobre sus propias historias de pérdidas y resistencia. Ahora queremos que se vengan aquellos que todavía no la vieron y los que tienen ganas de hacerlo de vuelta, para despedirnos con alegría y con la esperanza y el deseo puestos en poder por fin mostrarla en España.

Otro proyecto es “Vos me decís que esto no es morir” de Diego Faturos, que estrena el 21 de Marzo también en Timbre 4. Estaremos los Viernes a las 23.15 en la sala de Boedo. La obra es un delirio genial inspirado en los derroteros que siguió el cadáver de Eva Perón durante los años en que estuvo desaparecido. Los actores trabajamos a partir de ese disparador y surgió todo un imaginario que Diego, como dramaturgo y director, elaboró construyendo un universo muy loco y divertido que, además, te deja pensando.

Te hago el resumen: Jueves solo durante Febrero y Marzo “Granos de Uva en el Paladar”, Viernes “Vos me decís que esto no es morir” y Domingos hasta Julio “Perro (un cuento rural)”. ¡Elige el orden pero vente a todas, eh! (Risas)



Tinerfeña de origen, Maday Méndez comenzó a trabajar como actriz de manera professional a sus 19 años. Tras varios años de trayectoria teatral en la ciudad de Salamanca y después de iniciarse en el campo audiovisual con directores como Rodrigo Cortés o Carlos Therón, se traslada a Madrid, dónde profundiza su formación de la mano del maestro de actores Juan Carlos Corazza - estrenando bajo su dirección Imágenes de Comedia y Tragedia-. Entrena con muchos otros como Augusto Fernandes, Manuel Morón o Catalina Lladó y trabaja en el campo audiovisual y en el teatral bajo la batuta de diversos directores -se destacan Calígula de Camus, dirigida por Jorge Serra, Pequeña Pieza Psicopática de Federico Roca, dirigida por Hernán Grinstein o La chica de ayer, Antena 3 TV-. 

Ya radicada en Buenos Aires la hemos visto en obras como Gabinete B.A. /por otro lado vos, dirigida por Macarena Trigo, A puerta cerrada, dirigida por Serge Nicolaï  -obra con la que realizó temporada en el Théâtre du Soleil (París)- o Llueve en Barcelona, dirigida por Yoska Lázaro. Comienza a interesarse por la dirección teatral y el couch actoral, participó como asistente de dirección y actriz reemplazante en el montaje de Timbre 4 No abras los ojos, dirigido por Lorena Barutta, y entrena de manera regular con su maestro Claudio Tolcachir. 

Actualmente forma parte del elenco de Perro (un cuento rural), de Hernán Grinstein, Granos de uva en el paladar, de Susana Hornos y Zaida Rico y Vos me decís que esto no es morir, de Diego Faturos.
 
 

miércoles, 26 de febrero de 2014

UNIDAD EN ELLA - POEMA DE VICENTE ALEIXANDRE -

 
 
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,

rostro amado donde contemplo el mundo,

donde graciosos pájaros se copian fugitivos,

volando a la región donde nada se olvida.
 
Tu forma externa, diamante o rubí duro,

brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,

cráter que me convoca con su música íntima,

con esa indescifrable llamada de tus dientes.
 
Muero porque me arrojo, porque quiero morir,

porque quiero vivir en el fuego,
 
porque este aire de fuera no es mío, 
 
sino el caliente aliento

que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.
 
Deja, deja que mire, teñido del amor,

enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,

deja que mire el hondo clamor de tus entrañas

donde muero y renuncio a vivir para siempre.
 
Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,

quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente

que regando encerrada bellos miembros extremos

siente así los hermosos límites de la vida.
 
Este beso en tus labios como una lenta espina,

como un mar que voló hecho un espejo,

como el brillo de un ala,

es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,

un crepitar de la luz vengadora,

luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,

pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
 

DOSSIER FOTOGRÁFICO DAVID URBANKE (PRIMERA PARTE)



Marina Nery

Marina Nery


Neele Hoeper




jueves, 20 de febrero de 2014

Los abatidos - Noelia Palma





 




Mi habitación tiene cuatro paredes
mugre pegoteada de obras de arte que alguna vez fueron obras de arte
una cama
un escritorio
algunos libros

a veces
me siento frente a la ventana
digo lo que no decimos: el silencio
para esos dos que se miraban
y para que el aluvión de ojos haciendo noche
no ampute
las palabras que alimentan

MANOS SECAS - Fernando Rojas


No sé cuándo (o me niego a recordar) comenzaron a secarse mis manos, pero podría afirmar que no le di demasiada importancia en ese momento. Tampoco hubiese servido. Ahora ya está. Apenas logro agarrar (y ser conciente de que agarro) la lapicera para escribir estas líneas defectuosas. Ya no tengo tacto. No tengo humedad en la piel. Los objetos resbalan de mis dedos de cal sin yo sentir cuando resbalan, pero viendo que resbalan, mientras un estremecimiento ineludible me pone la piel de gallina y me eriza los pelos de la nuca y de los brazos con un ambiguo escalofrío hacia la espina dorsal. He intentado hasta el hartazgo con cremas y ungüentos de clases diversas y no faltaron allegados que me recomendaran esto, aquello y lo otro (todo inútil) ni quienes evocaran casos de su conocimiento supuestamente idénticos al mío… Fui a clínicas renombradas con laboratorios dermatológicos, le pagué dinero que no tenía a agoreros, a brujos (chantas todos), apliqué recetas de abuela a base de aceite de cocina y azúcar, conseguí hojas de aloe vera y de otras plantas, e intenté dejar de pensar. Lo intenté. Pero después pensé, que cada cierto tiempo, nos topamos con realidades que establecen una antítesis a nuestra experiencia previa. Según los cojones o la curiosidad que tenga cada quien, cada quien atraviesa su crisis hasta sacarle un sentido al apremio. Se llama cristalizar experiencias y se hace poniendo en práctica la lección vital que bien explica el tango ensamblado en mis sesos: “¡primero hay que saber sufrir!”, sufrir lo que dure la cosa, hasta volver cliché lo novedoso que nos quita el sueño, animarse a sufrirlo hasta tenerlo de amigo y cerrarle el pico a esa voz tortuosa para “al fin andar sin pensamiento”. ¡Curtirse! ¡Éso es cristalizar experiencias! Es tener calle (y el entorno que también hace lo suyo). Calle y vereda (porque según los vínculos uno avanza o retrocede). Avanza, retrocede y se estanca en discursos empantanados de elucubraciones como estas a las que me condujo la falta de tacto… Es muy difícil pensar cosas inteligentes.

¿Enfrento la realidad sin pensamiento… o elijo qué pensar? ¿Es posible pensar sin oler, sin degustar o sin tocar? Compruebo bastante a menudo que ni el espíritu más humanitario se detiene a pensar por un segundo que mi padecimiento acarrea una serie de males sutiles que lesionan mi integridad y mi honor aparte de la evidente necesidad utilitaria ya suficientemente inobjetable. Una de esas sutilidades es no poder tocar, pero tocar verdaderamente, a la mujer que quiero y que amo (no siempre se dan las dos cosas juntas). Estoy casi seguro de que ella también me quiere y me ama y durante nuestros arrebatos amatorios me ordena que la toque... pero a  mí me angustia hacerlo porque dicha acción es un contacto inorgánico que no podría capturar su piel con la palma codiciosa de apretar húmedamente para disminuir el ímpetu luego, como distraído, como desajustando cuerdas la tensión de los nudillos y dejándolos caer descubriendo milímetro a milímetro todo su cuerpo acariciado, lo mismo que una lengua acaricia con su tacto las texturas yo quisiera que las yemas de mis dedos fueran como cinco lenguas cuando estoy con ella… Es desesperante. Me mortifico mucho por esto y ella lo sabe. Días atrás me dio a entender que yo exagero un poco (se dice: no enroscarse; se dice: no hacerse la cabeza; se dice: relajarse) y yo me quedé exageradamente callado porque me pareció una exageración decirle que me entristece todo lo que me aleje de ella… Entonces los dos nos quedamos callados sospechando que ninguno de los dos quería que nos quedáramos callados completamente ya que es espantoso el silencio de una persona cuando la queremos... Pero en ese momento me quise abandonar (aunque parezca exagerado) creyendo haber adquirido una inteligencia emocional más o menos digna y madura aunque necesitara que me escondieran las uñas para no devorarlas como un adicto microsuicida... Pero es muy difícil sentir de un modo inteligente. En ocasiones es más práctico deprimirse ante las sinrazones del corazón cuando nos hacen sentir tan pero tan cursis… yo en aquel momento quise esconderme en una noche a la que nadie pudiese entrar sin mi permiso y ponerme a llorar. La gente se enamora de la mejor forma que puede, no es que sea mala...  

Además no es a mi mujer solamente que me gusta acariciar…

También me gusta acariciar mis libros como a Bolaño…

Incluso los pulgares vehementes en el interior oculto de los párpados, como si me los quisiera sacar para archivarlos cuando me despierto… 

Me gusta el movimiento maravilloso de dedos contra dedos acolchonadamente oprimidos al cerrar el puño... 

¿No habrá por algún lugar un Cristo barbado para sanarme con su magia suprema como al tipo de la Biblia?
He visitado a todos los especialistas, a los profesionales más diversos y no he logrado resultados a mi problema, sólo he sido provisto de diagnósticos tan divergentes y engañosos como las ideas, los conceptos, los proyectos, las teorías… todas perecen… no obstante, todas, tengan la utilidad de sacarnos de a ratos de la incertidumbre, a lo mejor son como treguas, pensamientos que en ciertos casos nos calman pero que jamás curan con las tediosas y fascinantes preguntas que lo hacen todo complejo. La que mi desgracia ahora me dicta: ¿De los sentidos del hombre cuál es el más prescindible? Diríamos, sin pensarlo, como si cayese de maduro como la manzana de Newton, que ninguno. Pero, para pensarlo a la inversa, no son pocos los que estarían tentados a otorgarle mayor importancia a la vista, a la audición y nos figuraríamos que la mudez es un espanto pero… ¿quién ha pensado genuinamente en el gusto, en el olfato o en el tacto… que anhelo ahora con tanto ahínco? ¿No nos otorgan nuestros sentidos una memoria y a lo mejor una nostalgia ya que no la verdad de las cosas, diría Descartes? ¿No hubo libros que fueron, primeramente, el olor del papel, el olor de la tinta que auspiciaba una leyenda e incitaba a una ansiedad infantil a sumergirse en aquel incierto viaje? ¿No hubo acaso una canción en la que se haya quedado atrapado un tiempo vivido que ¡olía! distinto? (Casi lo puedo oler después de tantos años, pero sólo casi y sólo a veces…) Bien podría un hombre común y corriente de cualquier parte con la edad de medio siglo encima, ante cierta combinación de acordes y de cuatro versátiles oriundos de Liverpool, dejarse llevar por las reminiscencias que afloran acaso de todo el rock de aquellos años o por el único y neto recuerdo de los hippies o el movimiento antiimperialista o el amor libre o la marihuana o la juventud contestataria o la juventud psicodélica o la juventud del mundo predicando con barricadas y graffitis que rezan “seamos realistas: pidamos lo imposible” u otra sombra que el hombre de cinco décadas vislumbra a través de aquel tiempo dorado extinto y exclama para sí mismo: “qué época de cuento la de aquellos años que viví y en aquel momento no sabía…”

¿Cómo ser totalmente nosotros si se nos arrebata cualquier don con el que hemos nacido y transcurrido durante un considerable tramo de nuestra vida? Que sea un don ya no nos importa cuando nos lo apropiamos... nace el dolor de haberlo perdido. (El ¡apego! de uno a las cosas…) Es lo que adoptamos como creencia, sea apócrifo o verdadero, lo que define sentimientos y conductas. Sobrevaloramos lo que nos importa y sobrevaloramos la pérdida de lo que nos importa y lo que nos importa nos impulsa a expresarnos de la forma que sea, aunque no tengamos nada inteligente para decir. Es muy difícil tener algo inteligente para decir. Cuando aparecen las ideas tienen mucha fuerza pero el paso del tiempo la vuelve medio ocres, hay que saber qué conviene decir pero también cuándo… y dónde y a quién… Aparecen en la mente cosas absurdas, me refiero en este momento (la sordera de Beethoven y la ceguera de Borges o la sangre viva de Vincent por la habitacioncita chorreando a sus botas puestas y a los girasoles...) absurdas cosas que más vale no confesarlas o se echaría a perder este existencialismo de pantalón corto y ojotas que podría finalizar con el recuerdo de una tarde en la que tuve una larga discusión con una persona que confrontaba su idiosincrasia dionisíaca contra mis estructuras apolíneas: (Yo me le plantaba intransigente porque en verdad por aquellos días, en secreto, consideraba muy en serio volcarme a la locura y quise estar bien seguro ¡antes! de hundirme en mi ocaso). Estuvimos varias horas así, hasta que cansada esta persona de discutirme, sin lograr la admisión más mínima de mi parte, me dijo rozagante y sin arrogancias: “yo creo lo que me conviene”. Y no discutimos más.
Ojalá lograse alguien hacerme creer que aún tienen mis manos su virtud natal. 

DOSSIER FOTOGRÁFICO - YIORGOS MAVROPOULOS -

JOHANNA OVELIUS



LAURA GAVRILE